martes, 24 de agosto de 2010
EL TRÁNSITO DE GONZALO FERNÁNDEZ
El exterior incoloro reclama la fugacidad de la indumentaria escolar en la galería de arte “Azur” de la Alianza Francesa de Trujillo.
La uniformidad del color en la vestimenta escolar le permite explorar el color reducido del blanco y sus escalas tonales en escasos tintes grises. Una excusa donde la gama blanquecina recobra una importancia visual.
La reforma educativa definida por el gobierno militar de Juan Velasco Alvarado, trajo consigo una escala horizontal con el uniforme único escolar. Este tema le atrae al pintor y empieza a recrear una diversa actitud plástica con la edad púber y sus componentes externos. Hay un interés en mostrar todo este ciclo indumentario que identifica parte del medio en el que habitamos. Por otro lado define el tema en horas de mayor circulación peatonal, concentrada en momentos donde estos personajes se desplazan atiborrados y apresurados por abordar el transporte del bus y, en ese tránsito Gonzalo los atrapa y los detalla con sus pormenores afectivos.
En la mayor parte de los cuadros reitera la imagen y los fracciona en detalles de simbología personal. Experiencia que él mismo tuvo que vivir.
La pintura “Sonido de piedra” se distribuye en una secuencia experimentada a través de espacios parcelados en escenas intrínsicas, un recorrido fascinante de seres que llevan consigo sus precariedades mentales. Piedras que se incrustan en cuerpos que recobran su expresión. El complemento desfragmentado de cuadros se exige en ser una sola pieza mixta. La variedad temática se enriquece en la múltiple manera de enfocar rutinas, a veces hallamos discordia entre uno y otro formato, sin embargo, la indumentaria se establece como el principal elemento y, eso permite condensar la idea esencial en el interno mental.
En cambio, “Camino a casa” es mucho más cercano a la idea escolar y los conflictos sociales, una niña suspendida se eleva desprotegida, pero otra niña mayor que la primera la conduce entre los vericuetos de las calles lleno de peligro. El horror en el rostro revela los temores citadinos. La calle y sus devaneos se instalan en este trabajo y aparece una penumbra fantasmal configurando la crisis de su entorno, una combi se asoma entre ellas y levemente se traslada en un conjunto de seres que ocupan esta móvil transgresora. También, un hombre pasea con un perro en una escena cotidiana observada a diario y, nuevamente el peligro acecha entre ambas niñas; una de rostro anónimo y la otra con definiciones cercenadas.
Saca provecho la idea del collage, es decir, una intervención ajena al pigmento se inserta entre la pasta del óleo y el tratamiento del color, un impreso pegado resuelve un rostro que nos conduce a la Mona Lisa y, lo recrea con sumo cuidado pronuciándose la trama del recurso extrapictórico. Las piedras que penden sobre la cabeza arrastra un periodo de Sentidos Comunes, esta mujer vestida de colegial emula las dos expresiones de la clásica sonrisa leonardesca, estos rostros postizos se sumergen en cuerpos nobles y primitivos. “Lisa de piedra” encarna vidas paralelas entre la ingenuidad y la liberación del atuendo gris.
Gonzalo Fernández se pronuncia en este texto personal; -El vestido gris se distingue en los colegios estatales; la educación y su atuendo en el Perú caminan jugando por alguna calle sin nombre y, observo cuando algunos niños juegan con sus vestiduras grises: parecen felices entre juegos y, en cada espacio un juego de canicas, otras veces el ampay de la carrera.
La simple realidad de la educación, es la simple educación compartida por todos quienes utilizamos un uniforme gris, una especie de pelotón en una marcha de campaña. En la educación existe mucha diferencia social, hay alumnos que en este tiempo ya no lo usan por simple distinción, utilizan el propuesto por la institución en la que estudian, pero sigue cumpliendo el mismo propósito-.
Esta muestra denominada “Exterior Interior” comparte dos escenarios en los ambientes de la galería de arte “Azur” de la Alianza Francesa de Trujillo. La primera sala se distribuye con telas y la que secunda, se apropia de una instalación que se pierde en la improvisación. Se deja llevar por elementos del día; sillas, zapatos y una mesa donde se sirven unas mazorcas de maíz seco. Ha trasladado figuras reales a un espacio distinto y nada ha cambiado. Ha suspendido las sillas tratando de engatuzarnos con la levedad del recinto. Una instalación que debería sepultarla para agregar la continuidad de sus pinturas, que es alli, donde tiene acierto con el tema extendido en el primer ambiente.
No es necesario que clarifique su condición de creador al tratar de complementar la pintura con objetos colocados sin criterio espacial. Además, es suficiente tratar de especular con su obra una condición educacional que viene desde la década de los 70.
El hábito no le hace al monge, el trapeado reclamado por este joven artista aun sigue siendo mental.
La realidad educativa exige otras normas más precisas y la vestimenta gris queda en nuestra memoria y los recuerdos vuelven a ser placenteros cuando recordamos a Tito juega con Dora, o la imagen de María Chucena techando su choza.