El escenario blanquecino almacena obras que ejercen una importancia estética en la producción de Nereida Apaza Mamani. “Levitaciones en Paris” es la muestra individual de esta artista visual arequipeña en la Alianza Francesa de Trujillo.
El conjunto de los trabajos se posicionan en una reciprocidad ordenada. Ha distribuido en los dos ambientes, ensambles con obras planas.
“Noche de estrellas” resume tres telas de gran formato aplicado con hilo oscuro, ha cosido a manera de dibujo notándose las puntadas sin perder la esencia del trazo, es decir, reemplaza el grafito por el filamento y construye escenas dislocadas y solitarias. Un árbol deshojado se suspende en una atmósfera limpia originada por la crudeza de la tela y, un nido que reposa en lo alto, altera un ambiente formal en un lugar deshabitado, mientras que, la mano de un mozalbete sostiene la punta de una madeja enraizada en todo el espacio, una jungla de tiras oscuras se entremezclan perdiéndose el inicio y el orden de esta rayuela. La tercera parte de este grupo de telas sin imprimante se orienta a enfatizar la idea de una trilogía sostenida en la separación absoluta de los recursos pigmentarios para ensalzar la higiene de la línea y fondos provistos de blancura total. Nuevamente la construcción del dibujo divisa una invasión de espacios liberados por la trama del soporte.
“La carne blanda fatiga mi alma”, se compone de tres pedestales donde sobre un cojín descansan manzanas atravesadas por un clavo, sin embargo una red de hilos sirve de envoltura, todo está protegido por una especie de telaraña y los módulos quedan atrapados. La idea pecaminosa se deja manifestar en este elemento prohibido por el génesis bíblico. Nereida Apaza recurre a la ausencia del color y se libera de toda coloración para entregar una propuesta incolora sometida a la intemperie de la luz artificial.
En la instalación “El pensamiento no sabe nada” cinco lavatorios de porcelana con líquido son acompañados de cinco manteles mojados -estos, camuflados de inscripciones poco visibles-, esta fatiga cotidiana se aprecia en la humedad de los trapos, una acción que empieza en cada día de la muestra. Una faena doméstica y rutinaria nos impulsa a creer que estos utensilios son utilizables en la limpieza del hombre, un aseo espiritual que intenta cada trabajo. Este ensamble de trapos y cuencos de metal se suspende en el ideario conceptual de la creadora para insistir que la vida diaria se compone de actos normales y reales. La proximidad del cuerpo a estos elementos, se dispone de una utilidad mediática y renovable.
La confrontación del blanco sobre otra tonalidad del blanco se revisa en la obra ·”Nubes”, siete cuadros pequeños a modo de cajón desfilan en una horizontalidad continua y de distancias paralelas. El bordado blanco se deja lucir por la luminosidad del filamento cosido y la opacidad de la tela queda subordinada a la intervención de figurillas estructuradas entre nubes y aves. El complemento lumínico y la pérdida del color se orientan a elaborar piezas que lidian con los efectos visuales del montaje, a pesar de la restricción tiene que equilibrar la dificultad del blanco sobre el blanco y, creo que la efectividad del contraste logra su cometido, sin embargo existe una austeridad proporcional entre la imagen y los espacios que retienen cada elemento.
La entrada de la galería se orla de una jaula metálica en cuyo interior bostezan agujas rojizas, “Agujas oxidadas” es evidente la respuesta a este título, sin sorpresa alguna amontona piezas en una narración predeterminada. La relación de la oxidación con el color se deja leer sin aventura alguna.
El nombre de la muestra alude a su estancia en Paris, pero no es exactamente lo que ella expresa, más bien, significa el recorrido de los pasos que trajinan diversos escenarios. “Levitaciones en Paris” se conforma de diez cuadros donde la acuarela y el transfer son los responsables de esta representación plana. La unidad entre esta decena de pinturas radica en la gravitación de los pies desnudos, cruzados o firmes no pretenden aplastar una escenografía de situaciones fatalistas entre cuerpos desnudos y dibujos miniaturizados en actitudes ilustrativas. Espejos que transitan bajo ruedas alarmantes y desquiciadas, personajes de cabeza sin importar su ascendencia, una mujer desnuda duerme en un sofá tina, hombrecillos bien vestidos a oscuras como músicos fúnebres se elevan sobre hojarascas libres y, nidos que albergan sillas y sillas que trasportan espejos en situaciones inciertas, emergen de una intensa persecución de anticuarios de trivial antigüedad. Vuelve a graficar en este grupo de acuarelas de fondo adoquinado, transparente, un cordel de maniquíes pálidos y bajo este tendido un toro desconcertado observa un poste vetusto y una caja ánfora desperdiciada en un territorio esquizofrénico.
Concluye esta artista visual sureña con una bitácora, donde apertrecha la inagotable fuente de su trabajo en dos cuadernos denominados: Cuerpo blanco, alma oscura; se aferra a una trasmigración de la forma en fondos vírgenes, intactos y limpios, transgrede sutilmente la humanidad para explotar una imaginería que nos recuerda a las viñetas de aquel insondable mamotreto escolar llamado Fanal.