martes, 24 de agosto de 2010

UNA PÁLIDA CASA ROJA


El horror al espacio ignoto de Paolo Vigo Borjas

¿Cuántas puertas hemos abierto en nuestras vidas? Cuando ingresamos a un hospital se nos estremece el cuerpo, pero cuando observamos la puerta entreabierta de una chica a oscuras en un burdel, los poros de la piel se llenan de cosquilleo, la luz rojiza y la penumbra del neón nos libera del espacio. Otras veces se abre la puerta para recibir a nuestra visita y nos llenamos de entusiasmo para otorgarle una buena recepción y, cuando se acerca nuestra suegra cerramos bruscamente la puerta. La manera de darle uso a esta pieza que convive a diario con la humanidad tiene su propio comportamiento.
En los inicios de la civilización se bastaba con una tranquera, al paso de los siglos se han atiborrado de arreglos decorosos y la distinción se fue otorgando a las bondades de la madera (caoba, cedro, roble, pino, etc.), entonces, empieza esa separación cualitativa que se arrastra en la instalación de lo habitable.
Empezaré en detallar los elementos que conforman esta exposición: cuatro puertas, cinco mamparas, una ventana, una mesa y cuatro sillas de paja sin respaldo. Objetos visibles que denotan una realidad matérica.
El fondo de la galería está dispuesta de una gama de grises colocando un acento rojo -puerta mampara-, matiza las demás piezas en color blanco para reparar el envejecimiento del tiempo y el uso. Se ha trastocado el elemento con la limpieza y la coloración blanquecina esconde la quejumbrosa naturalidad de estas piezas de madera. La suspensión en las paredes a partir de las bisagras permite una movilidad de abrir y cerrar a manera de zigzag. El vacío hallado entre los vidrios de las mamparas aterra al observador al no hallar nada, un escenario despojado, sin presencia de vida, una vacuidad al horror. Estos elementos sólidos y reales nos invita a conocer otros parajes, una especie de hallazgo desconocido, lugares ignotos que nos aterra a reconocer el pasado, el recogimiento de nuestros cuerpos a través de una entrada inválida. En este grupo se asoma una ventana discreta y furtiva, se distancia del grupo planteado, sin embargo se acerca como pieza de un conjunto habitable.
“…A veces pasan años antes de que el dueño de la casa se le ocurra abrir la puerta y, despejando el polvo y las telarañas, hacer recuento a sus olvidadas pertenencias.” De este modo grafica Viera Tyuleneva, la obra de P. Vigo.

El interés se deposita en la recuperación familiar de elementos que cohabitan entre nosotros, piezas que a diario concilian con el ser humano. El significado de nuestra especie permite el enlace con lo cotidiano y el recuerdo de mantener en nuestro almacén cognoscitivo escenas que pasan como una especie de cinemascope.
En definitiva, la presencia del calor familiar se instala en un acto instintivo, en una vivienda postiza e inventada, simulando un hogar, un espacio o sencillamente la privación del hombre.
Se puede estructurar todos los mecanismos plásticos, pero el objetivo radica en el recobro de la memoria; fotos pegadas en las puertas denuncia situaciones y vivencias experimentadas por el pintor.
Paolo Vigo mantiene una precariedad espacial sin embargo, se desliza cauteloso. Una violentada escena se desnuda frente al espectador e intenta desarrollar objetos prendidos en un espacio difícil y riguroso para plantear un manifiesto de instalación, en todo caso, las comparticiones se desvanecen, semejante a una pintura chata, sin volumen y carente de osadía al invadir un espacio dispuesto de muchas ventajas.
Esta muestra individual en la galería Impromptu de El Cultural, nos sugiere un cuadro y se distancia de la idea primaria de la instalación. Las puertas colocadas en cualquier espacio ya nos sugiere vitalidad y utilidad diaria, y el interés visual se diluye en lo planimétrico.
Se agotan los recursos, e inicia una tentativa que se deja aplastar por una iluminación primitiva y estática. La luz no solamente sirve para iluminar cada objeto, sino, tiene que poseer otros componentes comprometidos con el trabajo de “Casa Roja”. No es suficiente pegar y dejar a nuestros ojos la aventura visual que más bien hiere antes que el goce estético.
La idea principal de una Instalación, es decir, en el caso de Paolo Vigo se precipita y cae tentado por el improviso mediático. La rigurosidad espacial requiere del cuidado de los elementos en un escenario que distinga entre; pintura-objeto observador-creador. La confusión acaecida en “Casa Roja” palidece de sustancia visual.