martes, 24 de agosto de 2010

Graffiti; un Arte Oscuro y Clandestino?


Los datos recogidos sobre el graffiti se remonta a la década de los 60; entre miembros de bandas callejeras y políticos activistas, (USA. 1960), esta forma de expresarse se convierte en masivo por mucha gente que quería pronunciarse sin ser visto, una manera furtiva de graficar sobre soportes clandestinos. Pero, ¿cuándo surge el graffiti?, aparece una nueva imagen oscura y tímida entre los suburbios neoyorquinos, un chico de 17 años llamado Demetrius, de ascendencia griega y radicado en Washington Heights, -barrio de clase obrera en Manhattan-, empezó a escribir en las paredes, en autobuses, en lugares públicos y, sobre todo, en las estaciones de Metro.
El Spray y el rotulador se constituyen en armas de poder y el frenesí de este lenguaje caligráfico se apodera de espacios abandonados y escaparates insólitos. Desde siempre el graffiti ha convivido con la oscuridad y el silencio de la aceptación social, sin embargo la presencia de dibujos emblemáticos y signos reconocibles se elevan como el poder de la imagen en trazos rápidos y muy bien definidos. El aerosol es la herramienta fundamental y, por las noches a tientas y hurtadillas emergen de la aparente sordidez, personajes con esa carga explosiva de liberarse y entrar en acción, eso sí, con una presencia huidiza, evasiva y febril.
Un arte que va ganando terreno en los espectadores atónitos y sorprendidos por la enmarañada e intrigante forma de conspirar en los muros y ángulos intervenidos.
Se ha intentando dar explicaciones psicológicas sobre el graffiti y los resultados no son nada alentadores, se ha calificado de manera superficial de ser inconformista, inadaptada, rebeldía juvenil y antisocial, etc., puede existir muchos calificativos, lo cierto, es que se mantiene vivo, en cada pared o espacio prohibido observamos su marca, ese sello que identifica su presencia. Los graffiteros sitian la ciudad y se adueñan por las noches y, cuando la gente duerme, ellos laboran sigilosamente y se confunden entre la escasa luz y el olor de los aerosoles, una niebla de color se eleva entre muros gastados sin importar la perpetuidad del trabajo. El carácter efímero del graffiti se desprende de los conceptos artísticos académicos.

Graffiti en Trujillo
-Existimos y nos presentan como marginales porque nos cierran los espacios, dice un joven graffitero que cursa el primer ciclo en una universidad local. Otro de ellos manifiesta que se inició haciendo pintadas en las paredes abandonadas, “nunca intervine una casa sin permiso, siempre firmé y pinté en lugares marginales: al lado de un depósito de basura, o donde por lo general la gente hace sus necesidades biológicas”. Pero ahora, los espacios que utilizábamos, ahora sirven como paneles de propaganda política. Sinceramente, sentimos que son abusivos, lo que hacemos es arte urbano, termina diciendo una chiquilla que también usa las paredes para expresarse.

Todo esto a raíz del I Taller de Graffiti Ciudadano que organizó El Cultural, donde participaron 20 graffiteros trujillanos.
El Entes y El Pésimo, así se hacen llamar dos de los más conspicuos y reconocidos graffiteros del Perú. Sus verdaderos nombres son Joan Jiménez y Edwin Higuchi, quienes estuvieron en Trujillo para conducir la actividad que convocó a centenares de jóvenes que se reunieron en la segunda cuadra de la calle República de Brasil, una enorme pared cedida gentilmente por sus propietarios, el Club de Tiro Trujillo.
El Cultural ha iniciado una campaña a la que ha denominado CIVICULTURA, y que tomará el arte “marginal” como pretexto para sensibilizar a los jóvenes en ciudadanía. No es posible que los jóvenes estén furtivamente pintando propiedades públicas y privadas a escondidas y luego sean confundidos con delincuentes, pandilleros o gente de mal vivir. Para eso hemos organizado este primer taller, nos dice Carlos Méndez, Gerente Cultural de la Institución organizadora. Se trata de llamar la atención a las autoridades, a las instituciones estatales y otras empresas para plantearles el problema: existen personas que utilizan las paredes para intervenirlas, y no son personas al margen de la ley; que también los hay, es verdad, pero la mayoría, son grafitteros que saben lo que hacen y por qué lo hacen.-
“Graffiare” expresión italiana que nos acerca al concepto del garabato, por otro lado la intervención de muros le otorga un carácter popular por ser único en su género callejero, muchas veces bajo la diferencia de territorio y en otras por modalidad protestante. La acción violentada del tratamiento trae consigo transparencias y una densidad colorística que nos recuerda el Pop Art.
Mientras no se desprenda del espacio privado al que es sometido el graffti, mantendrá sus valores visuales camuflados. La prohibición lo mantiene activo y la magia caligráfica crece y se expande entre las grandes ciudades y cuando giremos la mirada, entonces, hallaremos una rápida firma gráfica entre paredes ruidosas y lugares extraños.