sábado, 20 de noviembre de 2010

San Francisco en Bellas Artes de Trujillo


Ad portas de convertirse en Universidad de Bellas Artes, la Escuela “Macedonio de la Torre” en sus 48 años de creación académica viene realizando una muestra artística en la Casa de la Emancipación, esta exposición, se supone involucra trabajos de investigación de los docentes de esta casa de estudios, sin embargo, casi nada existe de lo propuesto.
Esta franciscana muestra hace votos a la pobreza académica resumida en un muestrario de trabajos que pasa inadvertida. La exigencia de otrora se concentraba en el fervor de los claustros de la escuela, el espíritu henchido a quienes denominábamos “Maestros” ahora, se siente desvanecer por la escasez de ese rigor plástico. Pareciera que una bruma de compromiso arrastrara a algunos profesores exhibir insustanciales y frágiles trabajos.
A pesar de esta observación, hallamos esfuerzos limitados por la falta de frecuencia en la investigación.
Segundo Alfaro ha recuperado una cierta esencia en la piedra granito de su escultura al no inclinarse en pormenorizar detalles de la figura. Esa ligera insinuación de la forma materializa una estilizada tridimensionalidad alejada de las anteriores esculturas. Las mujeres en posturas sensuales reposan limpias bajo el labrado del granito noble y caprichoso por partes. Quintin Borda, labora con cuidado una figuración más tratada, el campesino estatuario y el busto de una mujer en una pátina neutra coordina con la otra pieza escultórica de un indio envuelto en su propio cuerpo. Luis Ríos, cauto y sin atrevimiento alguno expone una cerámica que registra lo mismo desde hace años. Este grupo de escultores y el ceramista se han ordenado en un ambiente de la casona para proveer con cuidado la distribución de sus trabajos.
Víctor Montenegro, parece que ya halló la importancia de su obra. Ese desfile de farolas que se aglomera entre la muchedumbre y angostas calles, recobran vitalidad entre luces fantásticas. Creo que ya no necesita de edificaciones y fachadas manidas para expresar su pintura. Es suficiente con el gentío y sus elementos luminosos para identificarlo. Carlos Castillo, con dos obras cumplidoras se integra al colectivo. Fernando Rivas, también expone dos obras, una es un bodegón acompañado de un jarrón esmaltado y otro que posee unos girasoles marchitos. Frutas y cacharros se acercan a una cesta en un diálogo esquizofrénico, trazos atormentados y deliberados se agitan sobre la tela, así como la otra pintura donde el remanso de un estanque tranquiliza la pincelada libre y pastosa. Oswaldo Parimango en “Camino de esperanza” acertado en la comunión con el fondo gris y las tres mujeres que se disponen a llegar a sus moradas. El cuidado y el tratamiento del atavío favorecen una pintura que desmenuza las partes del cuerpo. Manuel Miranda Parreño, la única obra “Los últimos enviados” sin insistencia alguna recrea una pintura practicada de manera abúlica. Desde la oscuridad emergen seres amorfos en carnes rojas regadas sobre hierbas gélidas y temblorosas. Adolfo Leyva, insiste en recortar y configurar la forma a partir del calado, eso trae malestares en la definición. En cuanto al acabado aun existe un sufrimiento que requiere más tratamiento. Ángel Bocanegra, cree que está ilustrando portadas esotéricas, cuando debería abordar un tema nutrido de exigencias estéticas. A veces se escapa de una realidad a donde pertenece primordialmente. Tito Graus, apresurado y despistado nos quiere embaucar con trabajos ligeros y con falta de responsabilidad. Rómulo Azabache, casi se queda sin espacio en esta muestra, pero a apretones lograron ubicarlo en los ambientes donde están las esculturas -en eso no habían quedado- dos agrisados trabajos blanquecinos por la presencia de una luz que envuelve todo el formato se ve acompañado de trazos y gestos de líneas que se ampara en una idea violentada por el autor.
Como toda institución del estado tiene sus broncas internas, también eso ha infectado en bellas artes: Profesores principales de taller se restringen en exponer en el conjunto de los docentes. Antonio López, Francisco Alegría, Wilmer Linares y Víctor Herrera, ausentes en este compromiso institucional.
Se viene los 50 años de la Escuela de Bellas Artes de Trujillo fundada por el maestro Pedro azabache.